La producción de niños maleducados e insolentes en España va en
aumento. Más conocidos como “canis” o “ni-nis” a nivel nacional. Niños educados
por una mentalidad a veces liberal o demasiado conservadora. Uno educación de
extremos.
Nuevas visiones y enfoques sobre cómo educar están planteándose todos
los días. Por afinidad he seguido la filosofía educativa de Sònia Cervantes y Óscar
González, dos indispensables en mi cronología de Twitter por una razón muy lógica,
me hacen pensar.
Sin embargo, leyendo me he
cegado por su enfoque un tanto psicológico y social. La premisa de “educar a
los padres” y el libro “familia y escuela” como proyecto me convencía hasta que
no hace mucho he adaptado esta visión hasta un punto más filosófico. Marianne
Talbot fue quién me ha hecho pensar de nuevo sobre la ética y la educación de un antes y un después. Explorando a través de diferentes
corrientes filosóficas creo haber llegado hasta un punto vital de debate. ¿Por
qué enseñamos a nuestros hijos que las consecuencias de nuestros actos son
decisivas?.
Casi todos aquellos que fueron adolescentes o jóvenes en los “años
locos” son los que han empezado a críar gente que no quiere ni estudiar ni
trabajar. La mayoría de esta gente tienen una corriente filosófica común, el
utilitarismo.
Los utilitaristas creen que lo correcto es lo que le produce mayor
felicidad al máximo de personas. No hay más que mirar a nuestro alrededor para
escuchar “somos mayoría, se debe hacer”. Así la mayoría quiere sacrificar a un
etarra por el bien común y se ve bien. Ergo, condenar a muerte está bien.
Rebajar la vida humana a la igualdad de la vida animal está bien. Ergo, un
humano vale lo mismo que un animal. A los niños les decimos que matar está mal,
pero les predicamos otro ejemplo. Les educamos diciendo: “¿qué acción atrae las
mejores consecuencias para la mayor parte de la comunidad?”. NO, AHÍ ESTAMOS ERRANDO. Con esa regla se podría
justificar un genocidio. ESA EDUCACIÓN NO VALE. Las consecuencias de nuestros
actos, buenas o malas, son el resultado de nuestras acciones, y son casuales. DEBEMOS
EDUCAR EN INTENCIONES.
La intencion es el porqué de la acción. Si la intención es buena, entonces
se debe hacer. No hay que priorizar a otros. Esta educación, antagónica a la
utilitaria, es la que aplicaban las familias españolas antes de la transición. ¿Podemos
entonces echarle la culpa a la transición española? Si se educa en intenciones
y tu intención para estudiar no es satisfactoria, entonces hay una alternativa,
trabajar.
Llegados a la conclusión debo decir que todo lo que suene “antes de la
transición” parecer ser fascista y obsoleto, pero debo recordar que no sólo
hubo familias fascistas en el fascismo sino que los hijos de los conocidos
republicanos eran bastante más educados y trabajadores que estos niños vagos
e insolentes que la democracia ha parido.